VETE DE MI, los hermanos Expósito, Bola de Nieve y como siempre, el Popocatepetl

VETE DE MI
Por fin llueve en el DF, ya hace unos cuantos días. Pero como corresponde a los extremos a los que nos viene acostumbrando nuestro planeta, luego de un período de sequía más prolongado de lo habitual, ahora llueve sin parar. Sigo sin poder disfrutar de la vista del Popocatepetl pero esta vez no es la contaminación la que lo impide sino unas nubes cerradas que hacen que esto se asemeje más a la vista del invierno porteño que a la del verano chilango. Cuando llegué al DF amé la puntualidad que la lluvia tiene durante su temporada cayendo inevitablemente todas las tardes, deteniéndose a la noche y dejando paso a ese amanecer espacioso que vengo añorando desde la última vez que escribí por acá.

Después de conversar con mi hermano Mariano que me contó que ya tiene en su poder el ejemplar tan esperado del nuevo disco de Giraudo para mandarme, me senté a mirar las nubes con guitarra en mano y comencé a cantar Vete de mi. ¡Que canción carajo! De todas las versiones que andan por ahí, probablemente la que más fresca esté en la memoria de todos sea la de Cigala y Bebo Valdés. Para otros la de Caetano Veloso, con orquestación del magnífico Jaques Morelenbaum.
Pero como sucede con las canciones que al ser grabadas por artistas internacionales trascienden a sus creadores y a su tiempo, no todos saben que los autores de esta bellísima obra fueron los hermanos Virgilio y Homero Expósito. Los mismos de Naranjo en flor, entre muchas otras.
Nacieron en Zárate, ciudad industrial y costera de la provincia de Buenos Aires. Hijos de padres anarquistas y evidentemente amantes de los clásicos. ¿Quien se atreve a jurar que las palabras y los nombres no condicionan? ¿Qué otra cosa podrían haber sido estos hermanos que lo que fueron?
Homero, el poeta que le suplica “vete de mi” a aquella “que llena todo de alegría y juventud” aunque antes de despedirse le advierte que “seré en tu vida lo mejor de la neblina del ayer cuando me llegues a olvidar”; es el mismo que en Naranjo en Flor nos describe a esta u otra musa inspiradora contando que “era más blanda que el agua, que el agua blanda” , y con sabiduría de barrio nos enrostra categóricamente más adelante que “primero hay que saber sufrir, después amar, después partir y al fin andar sin pensamientos”, para terminar confesando que de nada le sirve el después ya que “toda mi vida es el ayer que me detiene en el pasado”.
Virgilio, tremendo pianista y compositor. No conocí personalmente a Homero, pero en la inconciencia de mi tempranísimo recorrido de estudiante tuve a Virgilio de profesor de piano complementario en la Escuela de música popular de Avellaneda. Digo inconciencia porque hasta algunos años después no tuve la noción real de lo que significaba estar una hora por semana sentado solo con esa leyenda viviente que saliendose de los límites de la materia, dedicaba 10 o 15 rápidos minutos a los ejercicios del Hanon para luego comenzar a transmitirnos verbalmente su manera de vivir y hacer la música. «Cuando un tipo hace una canción en serio, está diciéndoles a todos dónde está la verdad y gana por ese simple detalle de la comparación, nada más».
En sus anécdotas repletas de personajes a veces dejaba notar su vanidad pero era claramente generoso con su sabiduría y aunque al principio la sensación entre todos los condiscípulos era de desconcierto por el poco tiempo dedicado a la técnica del instrumento, rápidamente nos dimos cuenta de que en lo otro estaba el verdadero valor de esas clases y todos intentábamos pasar rápidamente la parte técnica para aprovechar la riqueza de las charlas con este maestro que sabía complementarlas adornando en el momento justo con ejemplos musicales referentes a lo que nos contaba.
Como reprocharle la vanidad sincera a quien declaraba en un reportaje que le hicieron en 1976: «Cuando uno tiene hechas más de dos mil canciones, cuando enseña y tiene discípulos, cuando se levanta cada día con un proyecto de vida nuevo, como ahora que acabo de formar un trío y canto, y venís vos y me preguntás cuantos años tengo, debo contestarte que no soy inmortal, pero soy un artista, y ellos no cumplen años sino obras».

Años después me lo seguí cruzando en la noche de Buenos Aires, en distintos espectáculos. Siempre nos saludamos afectuosamente, yo cada vez admirándolo más a medida que iba cayendo en la cuenta de todo lo que el tipo había hecho y siguió haciendo hasta sus últimos días.

Vuelvo a Vete de mi, para concluir contándoles que la versión que más me estremece y más disfruto es la viejísima que la hizo popular como bolero, interpretada por otra leyenda: Bola de Nieve.
Y aquí les dejo un link para que la escuchen. Si les gusta, aprovechen para seguir recorriendo las otras versiones de la canción o para navegar en la obra de Bola de Nieve. O la obra de los hermanos Expósito. O déjense llevar y terminen donde la red los deje.
Que lo disfruten